La cinta blanca


No sé si te pasa a ti lo que a mí. Te dices: Debo ver esa película que por decenas de contingencias acabo procrastinando. Tengo varias deudas con películas que intuyo que me gustarán. 'La cinta blanca' era una de ellas. Hoy la he visto. Por fin encontré hueco y ganas. Y no es para menos. Dura 144 minutos y a veces es lenta. Haneke lo hace adrede, lo sé. Macera los tiempos como si fuera un hábil acupuntor. Pone a prueba tu paciencia, te hace sufrir, te impacienta, hiere tu comodidad. En eso es un maestro.


He llegado a esta película virgen de exégesis. He hecho bien. Con Haneke cuanto menos sepas mejor. Ir desarmado e inocente amplifica las sensaciones de displacer y perplejidad.

Podemos estar tentados de asociar la toxicidad moral de sus personajes con las postrimerías de la primera contienda mundial, como si la película cerrara su tesis con la simplista moralina del 'de aquellos polvos vienen estos lodos'. Sucumbir a esta interpretación supone dar demasiado peso a la moral colectiva frente a la responsabilidad política de los dirigentes y, lo que es más inquietante, corroborar el siniestro catecismo de los protagonistas de esta película. Quiero pensar que Haneke es más inteligente y complejo como para sentenciar de forma tan tajante la casuística de la drama. De hecho Haneke nunca moraliza, deja puertas abiertas o más bien te da en las narices con ellas, te obliga a repensar tus prejuicios y convicciones, a aceptar con impotencia la imposibilidad de comprender las grietas de la naturaleza humana.

Impagable la escena en la que el hijo pequeño le regala un pájaro a su siniestro padre. Creí por un momento ver en ese rostro impenetrable un atisbo de ternura y agradecimiento. Un instante fugaz que la realidad fulmina. Haneke en vena.

'La cinta blanca', aún estando muy lejos de los parámetros morales de la actualidad, me hizo pensar sobre las distopías morales de nuestro presente. La soledad y deshumanización a la que nos conduce la tecnología con su deslumbrante pirotecnia, la creciente judicialización de la moral, que impide dialogar y sanar heridas... Cada cual, al arbitrio de sus preocupaciones y experiencias, teje su propia lectura de las películas.



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