Los asesinos de la luna

 


Regresa el maestro Scorsese al lugar recurrente del que nunca se alejó. Una historia de violencia. El progromo capitalista y racista que define el tuétano de un país que fundó su poder omnímodo sobre el barrido sistemático del más débil. Scorsese retrata con contundencia y sensibilidad unos hechos reales que, si bien desencadenaron en detenciones justas, dejan ese sesgo de escepticismo y tristeza marca de la casa en el realizador. Scorsese, pese a crear ficción, nunca se pliega a la pirotecnia complaciente de la industria, y nos presenta siempre retratos crudos, donde ilustra las mezquindades humanas, obligándonos a repensarnos a nosotros mismos y la realidad que nos circunda y supera. Esta vez lo hace sin una pizca de ese humor desprejuiciado que le caracteriza. Durante las más de tres horas y media que dura la película, Scorsese no te deja respirar, delineando con destreza un drama humano que en manos de otro director hubiera obligado al espectador a bostezar y claudicar. 

Esta historia de violencia arranca tras la Gran Guerra, pero tiene su raíz en la propia fundación de los Estados Unidos, que progresaron a costa de eliminar sin contemplaciones éticas a los llamados pieles rojas, herederos autóctonos de aquellas tierras. No pude evitar mientras veía la película encontrar paralelismos -no del todo equidistantes, ya lo sé- con el conflicto palestino-israelí. 

El título remite a verdugo y víctima, al blanco segregacionista, temeroso de dios, de piadosa hipocresía, implacable, y a la madre Luna, protectora de la tribu Osage, a la que Mollie despide cada mañana para dar la bienvenida al abuelo Sol. Mollie es la protagonista indiscutible de esta película, no solo por la mayúscula interpretación de la actriz Lily Gladstone, sino porque en sus hondas emociones transita la mirada del acongojado espectador, que impotente asiste a la crueldad de la camada de asesinos. Mollie se enamora de su verdugo, sabe desde el primer instante que es un coyote, manipulable e inmoral. Aún así se entrega a él, acoge en su seno el devenir del río de la vida. Quizá sea difícil entender para un europeo ilustrado del siglo XXI (o no) la actitud de Mollie y el resto de mujeres Osage que se casan con hombres despreciables, aún sabiendo la oscura naturaleza de sus cónyuges

Si analizamos esta actitud considerando el profundo respeto a la naturaleza de la tribu Osage, el numinoso acogimiento del devenir de la vida, ajena a la mirada moderna que concibe la realidad como coto de caza, control y manipulación de cosas y personas, quizá entonces comprendamos las honestas motivaciones de Mollie, su honda sabiduría, su aparente pasividad ante su miserable marido. Sobrecogedora la escena final en primer plano entre DiCaprio y Gladstone. Mollie sostiene y fundamenta toda la trama, su ética es el alma de Los asesinos de la luna, en contrapunto al cruel retablo de despojos humanos, tan habitual en este realizador. Aquí, sin embargo, el maestro Scorsese elimina cualquier atisbo de gozo culpable, evita presentar a los asesinos como seres tan reprobables como divertidos. Scorsese nos obliga a retorcernos en la butaca al contemplar con impotencia la vileza de los asesinos y la impotencia de las mujeres. ¡Con qué delicadeza va introduciéndonos en la iniquidad de Ernest, el personaje interpretado con mayor contención de lo habitual por DiCaprio! No sabemos si pensar que Ernest es un pelele o un auténtico miserable. Ambos lodazales se entremezclan en un mismo personaje, provocando emociones contrariadas en este espectador. 

Scorsese evita nuestra complacencia, se resiste a presentar la trama desde la facilona restitución del equilibrio social a través de un happy end que alivie la congoja del espectador. Marty delinea su coda con inteligencia y finura, desplazando el curso de los acontecimientos al formato radiofónico. Hay ironía contenida en ese final, resumiendo el devenir de los personajes tras el juicio. Véanla y me cuentan. 

Hermosa la fotografía de Rodrigo Prieto, habitual de Iñárritu. Sobresaliente, como siempre, la puesta en escena, la dirección de actores, todos estupendos, desde los múltiples extras hasta los protagonistas. Hay calma, sabiduría y respeto por las personas reales que sustentan la trama en Los asesinos de la luna. Se quejarán algunos espectadores de la duración de la película, pero no sobra nada en cada escena, cada plano es sustancial, macerado a fuego lento. Si puedes aguantar horas de series en Netflix, puedes aguantar mi película, sentencia Scorsese, quien se resiste a que venza en este duelo comercial el espectador herido de fugacidad, distraído, incapaz de rumiar despacio, contemplar sin prisas, amar los personajes desde una empatía crítica, amar el cine sin ceder al prosaico consumismo al que nos condena el streaming. 

Vino mi hijo (17 años) a verla. Salió extenuado, pero convencido de haber asistido a una obra mayor, a un misterio resistente a modas. Quizá dentro de diez años la vuelva a ver y macere en él, al arbitrio de sus propias experiencias vitales, una nueva exégesis, que le haga disfrutarla y repensarse. Gracias, Marty, por no ceder, por resistir y regalarnos esta y otras obras de arte. Gracias. 


Comentarios

  1. Ufff 😱🤦🏻 !!!..., demasiado intenso, demasiado extenso (para mí, me he perdido leyéndote y no suele pasarme 🤷).
    Sólo me ha quedado claro el último párrafo, 🤪. Bueno..., y algunas cositas más, pero pocas.
    De todas formas, gracias por pensar y compartir, 👍👏👏👏

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